Hay veces que le quisiera preguntar a Dios:
¿Por qué permite tanta crueldad en el mundo?
¿Por qué deja que haya tanta gente pobre en el mundo?
¿Por qué hay tantas personas tristes e inconformes?
¿Por qué estamos cubiertos de enfermedades?
¿Por qué nos matamos los unos con otros, sin piedad?
….y luego al pensarlo me detengo y no lo hago…por miedo que Él me pregunte a mi:
¿Por qué no haces tú algo al respecto?
¿por qué si ves un acto de crueldad, lo ignoras?
¿Por qué pasas frente al pobre, no le ayudas?
¿Por qué si sabes que alguien esta triste, no la confortas?
¿Por qué si sabes que hay tantas enfermedades, no contribuyes a evitarlas?
¿Por qué si te entregué lo más preciado, a mi hijo, para redimirte de tus pecados, miras como se matan sin piedad, y sigues con tu vida como si nada?
Está en mi responder todos los “por qué” que me torturan, está en mi dar el siguiente paso. Dios me dejó la Biblia, un libro sabio y completo con todas las leyes a seguir y para poder sobrevivir. Me mandó a su amado hijo, Jesucristo para aprender del divino amor que me tiene y me lo entregó y lo sacrificó para mi salvación. Luego Jesús se quedó conmigo en la Santa Eucaristía para darme la fuerza que necesito para vencer los obstáculos del mundo. Me dejó una Santa Madre, La Virgen María, intacta del pecado para consolarme, cuidarme y entenderme. Me dejó al Espíritu Santo para guiarme, los Ángeles para protegerme, los Santos para imitarlos, los Sacerdotes, las Religiosas, su Santa Iglesia y mucho más para ayudarme a responder todas esas preguntas que Él me pueda hacer y así yo deje de querer preguntarle a Él ¿POR QUÉ?
No cuestiones a Dios, cuestiónate ti mismo.