El Catecismo, una joya inestimable
El Catecismo
Por: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net
Creemos, sinceramente, que uno de los mayores regalos que Dios ha hecho a la Iglesia en nuestros días es el Catecismo de la Iglesia Católica. Había pasado el Concilio, que nos ofreció unos documentos de Doctrina insuperables. Después, el Sínodo de los Obispos le proponía al Papa: ¿Y por qué no se confecciona un Catecismo para toda la Iglesia, que nos ofrezca sistematizada tanta doctrina, expuesta y adaptada para el hombre de hoy?...
El Papa adivinó todo el alcance de la propuesta, y contestó decidido:
- Sí, lo haremos. Porque responde enteramente a una verdadera necesidad de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares.
Y salió el anhelado Catecismo, cuya difusión asombró a todos. ¿Cómo es posible que ese respetable volumen se convierta desde el primer día en un best seller arrollador? ¿Cómo en los primeros días llegan a venderse en tantas lenguas muchos centenares de miles de ejemplares?...
Esto demostraba que el mundo cristiano está hambriento de la Verdad; que todavía le interesa Dios; que Jesucristo y su doctrina son la esperanza de la sociedad moderna; que el error debe ir cediendo el puesto a la luz del Evangelio, confiada por Jesucristo a su Iglesia.
Naturalmente, que esta Doctrina de la Iglesia no va a estar ausente en nuestros mensajes. Muy al contrario, ella los va a iluminar todos, y muchos serán, con frecuencia, un comentario franco de puntos escogidos del Catecismo de la Iglesia Católica.
Así haremos lo de los primeros cristianos, que perseveraban unánimes en la escucha de la doctrina de los apóstoles.
¿Cuál es el valor del Catecismo católico? Un racionalista francés, descreído, hizo del Catecismo un elogio único. Por ser palabras de un enemigo, tienen un valor muy grande:
- Existe un libro pequeño, que se hace aprender a los niños. Léanlo, es el Catecismo. En él encontraréis la solución a todos los problemas sin excepción. Pregúntenle al cristiano de dónde viene el hombre, y lo sabe. A dónde se dirige, y lo sabe. Cómo se llega, y lo sabe. Pregúntenle a ese niño por qué está en el mundo y qué habrá después de la muerte, y os dará la respuesta más profunda, aunque de momento no la entienda. Hecho mayor, os explicará el destino del hombre en esta vida y en la otra, los deberes del hombre para con Dios y para con sus semejantes. La religión católica, en el Catecismo, no deja sin respuesta ninguna de las grandes cuestiones que interesan a la humanidad.
Mientras ese sabio descreído, pero leal, escribía estas palabras, otro compatriota suyo, un convertido y católico ferviente, escribía también: El puñal más agudo, el veneno más nocivo y más duradero, es la pluma en manos sucias.
Nosotros vamos a volver esta sentencia al revés, y nos preguntamos:
Si el libro malo es un puñal asesino, si es un veneno mortal, ¿qué es el libro bueno, sino un portador de vida?
¿Y qué decir si ese libro bueno fuese el mejor de todos los libros, el Catecismo, escrito por las manos limpias de la Iglesia?...
Pues, esto es el Catecismo. Después de la Biblia, y junto con la Biblia, no busquemos nada mejor que el Catecismo. ir a este documento
Agonizaba un gran pensador francés. A su lado estaba el sacerdote para administrarle los auxilios de la Iglesia, y allí se encontraban también, como es natural, todos los miembros de la familia.
- Y bien, ¿Qué recuerdo especial quiere dejar a los suyos antes de partir para siempre?
El interpelado no lo duda un instante, y responde sin más:
- Padre, lo único que le encargo a mi hijo es que aprenda bien el Catecismo. He leído mucho en mi vida, pero le aseguro que no he encontrado nada que valga tanto como una página del Catecismo.
El Catecismo lo aprenden los niños y lo estudiamos los mayores. Los niños reciben con él la semilla de la Doctrina en el corazón. Los mayores, la hacemos crecer hasta su pleno desarrollo, hasta conocer y entender bien el misterio de Dios y de Jesucristo.
Es conocida la pedagogía de aquel papá cristiano. La niña, al regresar del huerto al que ha ido con la mamá, entra loca de alegría en la casa, gritando:
- ¡Papá, papá! ¡Hemos visto escrito en la tierra del huerto el nombre de DIOS! ¿Y cómo ha salido sólo?...
El papá, que esperaba un día u otro esta sorpresa de la niña, le dice cariñoso:
- ¡No, mi hijita, no! El nombre de Dios no ha salido por sí solo en la tierra. Papá fue un día al huerto, sembró la semilla en esa forma, y ahora tienes en el huerto el nombre de Dios. ¿Ves, ves ahora por qué papá y mamá te mandan estudiar el Catecismo? Estás sembrando a Dios en tu alma. De este modo, cuando seas mayor, llevarás siempre a Dios en el jardín de tu corazón. Si no lo siem-bras ahora, Dios no crecerá nunca en ti.
Niños o grandes, para todos es el Catecismo. El niño lo recibe siempre en tierra buena. Y nosotros los mayores, que sabemos hacernos niños ante la Palabra de Dios, lo escuchamos, lo estudiamos, y hacemos que la Verdad de Jesucristo, la Doctrina de los Apóstoles, sea el riego más fecundo de nuestra fe cristiana y católica....